Blog personal. La literatura puede ser encontrada en cualquier lugar, hasta en un gesto, y aquí la transcribo.
lunes, 6 de octubre de 2014
Entra en la mente de un psicótico - II
Escribir un diario nunca me había interesado, a mi parecer es infantil e innecesario, pero el médico insistió en que debía fragmentar y detallar todo lo que me sucedía con frecuencia, según mi punto de vista, en pocas palabras, saber como pienso para comprender cómo me comporto. Tengo entendido que una acción nunca se lleva a cabo sin antes haberla ideado, hasta las personas impulsivas en una fracción de segundo procesan lo que están a punto de hacer.
En particular no me considero impulsivo pero existen ideas que me asaltan tan repentinamente que por el resto del día permanezco en un estado intratable y ambulante, atrapado en un laberinto de colores que se distribuyen entre gris y negro. Pero también hay momentos en los que me encuentro en un estado tan pacífico que solo se me ocurre reír.
Hoy no pasó nada fuera de lo normal, son las once de la noche, estoy acostado en la cama al lado de una pequeña lámpara que me da la suficiente luz para escribir mientras veo a Fausto, no es nada, él es un amigo que conozco desde que era pequeño, antes me asustaba, pero su amplia sonrisa comenzó por agradarme. Suele invitar a sus amigos a comer carne en mi habitación, no sé de que animal, si en verdad es de alguno, pero a veces el olor es insoportable. Mis padres no se dan cuenta porque ellos no hacen ruido, son muy silenciosos y solo sonríen a medida que la sangre gotea de sus manos sucias. Observándome con ojos siniestros.
¿O quizás mis padres están al tanto de todo y me lo ocultan?, quieren jugar conmigo, quieren deshacerse de mi, controlan todo, no me gusta la forma en que me obligan a beber pastillas, no, no me gusta, debería matarlos. Aunque no me importa, no me importa nada, que hagan lo que quieran, jajajaja. ¿Es gracioso no?, leí un libro en la tarde, creo que debo escribir uno. ¿Estoy a caso diciendo cosas sin sentido?
Hace mucho no salgo a tomar aire, el doctor dijo que no me hace bien porque siempre sucede algo, ¡blasfemia!, yo debería salir... sí, ahora, y que mi amigo me acompañe, tal vez me pierda en la penumbra de las calles solitarias, quizás encuentre a otro amigo con quien jugar, o tal vez salte desde el viejo puente de la ciudad. Me voy a escurrir por la puerta de atrás, me hará bien. Adiós.
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