miércoles, 26 de octubre de 2016

Nuestra insignificancia, la insignificancia nuestra.

Cuando te mueras, los amigos que ostentas seguirán su vida, continuarán aunque en algunos instantes te extrañen. Quizá el mismo día de tu funeral se rían a carcajadas por algún acontecimiento ajeno a tu muerte.

En tu lugar de trabajo, serás reemplazado, vaya que sí, hasta los reyes y presidentes tienen sucesores, tus padres, si en ese momento siguen con vida, tal vez sean quienes más se aflijan, por eso del orden natural de las cosas, de que los hijos duelen más, etcétera...

Pero no eres nada, si nos vamos a escalas mayores, eres una persona que pertenece a un círculo, vives en una ciudad, de un país, de un continente, de la tierra, uno de los planetas de nuestro sistema solar, que orbitan alrededor de nuestra estrella, el sol, pero hay millones de otras estrellas, con más planetas, en otras galaxias, en otros cúmulos de galaxias, en comparación con eso no eres nada.

¿El mundo dejará de rotar sobre su eje el día en que mueras?, ¿dejará el sol de emitir calor?, ¿tu muerte cambiará la vida de todos a tal punto de que nadie pueda seguir adelante?, serás extrañado, serás recordado, de vez en cuando a alguien se le escapará una lágrima por ti, pero no más, está en nosotros el seguir adelante, y no podemos culpar a nadie por ello.

Puede que a quien consideres un gran amigo, al escuchar la noticia de tu muerte ni se inmute o hasta se intente hacer el gracioso al respecto, con un comentario del tipo "que mal, tan buen tipo que era, pero ni modo, la vida sigue, el muerto con tierra tiene"... sonará sombrío pero no imposible.

Da Vinci murió, Benedetti murió, Pavarotti murió, Kahlo murió, la Madre Teresa, Charlie Chaplin, Adolf Hitler, Nelson Mandela, la Princesa Diana, John Lennon... Y aquí seguimos, aquí sigue el mundo, él seguro ni se ha enterado, ha de tener mejores cosas que hacer y mejores funciones que lamentarse por quien quede abrazado en su manto de tierra, (por ponerlo en un contexto metafórico).

No te saldrás con la tuya siempre, ser popular no se iguala a ser querido de verdad, conserva lo valioso, no lo tangible, sino aquello que no tiene nombre y habita en ti y te hace creer en algo llamado "felicidad", me aconsejo a mi misma por supuesto, pero te hago partícipe por si las dudas, para no tildarme de egoísta.

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