viernes, 13 de julio de 2018

El hombre y el poder.

El ser humano, a sabiendas de lo efímera y cotidiana que puede llegar a ser una vida, posee una ambición palpitante en sus adentros que le empuja a querer distinguirse, destacarse o sentirse por encima del resto. Muchas veces, dicha ambición se disfraza de la palabra "éxito".

La cantidad de cosas abominables de las que han sido capaces los hombres por tener o permanecer en el poder son inenarrables; torturas, genocidios, hambrunas, pestilencias, guerras, violencia, asesinatos, traiciones, subyugación, dictaduras. Todo por llegar a establecerse en un estatus donde todos sus deseos estén al alcance, con ilimitadas opciones en cada aspecto de sus vidas. El poder es adictivo, corrosivo y nunca parece tener un límite. El poder es cosa de ego, es cosa de fuerza, el poder siempre se tambalea riesgosamente entre la línea de la bondad y la de la maldad, pues si bien no significa necesariamente algo negativo, la gran mayoría de personas le dan rienda suelta a sus más oscuros deseos apoyados en este.

En una película llamada "el experimento", se hace una convocatoria general a un grupo de personas para que participen en un estudio donde un grupo se hará pasar por presidiarios y el otro por carceleros. En un principio todo transcurre sin pormenores, sin embargo, los carceleros comienzan a sentirse ligeramente más favorecidos con relación a quienes fingen ser presidiarios, lo que les da a entender que pueden hacer lo que les venga en gana sin tener que lidiar con las consecuencias, pues en dicho caso, ellos eran juez y parte. Tanto es así, que el personaje principal quien era un señor amable y sumiso, al ser el líder de los guardias de esta prisión ficticia se ciega por su poder y comienza a  humillar a los presos, a golpearlos y a maltratarlos simplemente "porque puede".

Para muchos, la vía más fácil para hacerse de poder es la política. Donde la gran mayoría hace despliegue de sus capacidades de oratoria y así convencer a las masas de que a través de ellos pueden tener la estabilidad y el bienestar que siempre han deseado. Vendiendo no más que un espejismo, pues el fin de tantas campañas, discursos y apretones de manos es sencillamente; llegar al poder. Quizás, en algunos casos, para aplacar esa voz interna de su conciencia que les hace reconocerse a sí mismos como personas de mierda.

Otros por su parte se refugian en la religión, aquí por igual, el poder de oratoria, con la variante de estar amparados en un Dios o en una doctrina divina, les permite a muchos poder manipular personas que no le encuentran sentido alguno a su existencia, creyendo que al estar al servicio de una deidad podrán hallar el camino hacia el paraíso prometido, o sentirse especiales al ser llamados los "elegidos".

Finalmente, he de decir, que a lo largo de la historia de la humanidad este ha sido un patrón incansablemente repetido y no podemos soñar con que de repente termine, porque se encuentra dentro de la naturaleza misma del ser humano, y dejar de perseguir el poder sería negar nuestra esencia misma, lo cual me lleva a la conclusión de que indudablemente el ADN del ser humano entre su vasta codificación genética tiene una carga de maldad y vileza, que se detona al momento de poseer al menos un ápice de poder.

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