jueves, 6 de septiembre de 2018

Los suicidas.

Los suicidas se precipitan desde puentes; y tras una caída libre de varios segundos el fuerte impacto hace que se les quiebren los cráneos, se les rompan las costillas y que sus órganos internos se aplasten. Se retuercen de dolor a medida que sus viseras se corroen luego de haber ingerido veneno. Con pistolas y escopetas se hacen volar los sesos. Patalean inútilmente al ahorcarse. Algunos prefieren desconectarse de la realidad con sobredosis de medicamentos u otras sustancias, mientras otros, ven sus vidas desvanecerse a través de la sangre emanada al cortar sus venas.

Supongo que se debe estar en un estado de desorientación, agonía, soledad y tristeza muy inmenso para llegar a la convicción de que la muerte es un destino más atractivo que seguir con vida.

Luego estamos nosotros, los esperanzados, los que sabemos encontrar ánimo en medio del constante bamboleo que es la existencia, y poseemos la absurda creencia de que tenemos superioridad moral sobre quienes ya no pudieron soportar su carga.

Visto desde esta perspectiva, la postura de los vivos, me parece más despreciable.

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