Si te fijas, verás que las personas alteran constantemente el rumbo de las conversaciones de los demás. Es como si quien fuese en el asiento del pasajero te quitara el volante de las manos y te obligase a meterte por una calle lateral. Por ejemplo, podría ocurrir que estuviésemos en una fiesta y yo quisiera contarte la historia de cómo fui a recuperar una pelota de fútbol del jardín de un vecino y me vi obligado a saltar a la piscina porque su perro me persiguió, y yo me pusiese a relatar la anécdota y tú, al oír las palabras «fútbol» y «vecino» en la misma frase, me interrumpieras para decirme que de niño eras vecino del famoso futbolista Pelé. Entonces, yo, para ser cortés, te haría una pregunta, como, digamos, Pelé jugó para el Cosmos de Nueva York, ¿te criaste en Nueva York? Y quizá responderías que no, que te criaste en Brasil, en las calles de Três Coraçoes con Pelé, y yo tal vez diría que creía que provenías de Arkansas, y tú contestarías que originalmente no y pasarías a hacerme un resumen de tu genealogía.
Así que mi apertura conversacional inicial, que tenía el propósito de contar la historia divertida acerca de cómo me persiguió el perro del vecino, se perdería por completo, y sólo porque tú quisiste hablarme de Pelé. ¡Aprende a escuchar! Te lo suplico. Intenta pensar que eres un perro como yo y escucha a la gente, en lugar de querer reemplazar sus anécdotas con las tuyas".
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