lunes, 6 de febrero de 2017

Libro: Oliver Twist. (Fragmento)

"Le registraron para evitar que pudiera anticipar su suplicio, y luego le llevaron a una de las celdas de los condenados a muerte. Allí le dejaron... solo.

Sentóse en un banco de piedra colocado frente a la puerta, que servía a la vez de cama y silla, y fijando en el suelo los ojos inyectados de sangre, concentró sus recuerdos. Con gran esfuerzo logró reunir frases sueltas de la alocución que le dirigiera el juez, frases de las que al pronto creyó no entender una palabra. Poco a poco se completaron sus recuerdos, se coordinaron: «Condenado a ser colgado del cuello hasta que sobrevenga la muerte.» Ésas fueron las últimas palabras que le habían dirigido.

Cuando empezaba la noche, se puso a pensar en todos los que había conocido que murieron en el patíbulo..., algunos por su culpa... Acudían a su memoria con tal rapidez que no podía contarlos. Entre ellos había algunos a los que vio morir y de los que se burló porque murieron con una plegaria en los labios.

¡Qué incomparable ruido el de sus pies al dar contra el tablado en el momento de lanzarlos al espacio! ¡Qué repentina transformación la que en un segundo hizo de hombres fuertes y vigorosos una masa de guiñapos pendiendo de una cuerda!

Algunos, tal vez habrían ocupado aquella misma celda..., se habrían sentado en aquel banco de piedra... ¡Qué oscuro! ¿Por qué no traían luz? Hacía siglos que estaba construido aquel calabozo... ¡Cuántos hombres debieron pasar allí sus últimas horas! Creyó estar acostado en una cueva sembrada de cadáveres... ¡Oh aquellos brazos agarrotados, aquellas caras reconocidas aún bajo el velo trágico que las cubre! ¡Luz, luz!"

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