miércoles, 29 de marzo de 2017

Tarjetas del día de las madres.

Desde que aprendí a escribir, todos los años para el día de las madres le regalaba una tarjeta hecha de cartulina a mi mamá, donde le expresaba lo mucho que la quería, lo buena madre que era y lo afortunada que era de tener a la mejor del mundo. Las tarjetas iban acompañadas de una imagen a mi elección recortada de un libro o algún dibujo realizado por mi.

Ella siempre sabía cuál sería su presente, sin embargo cada año fingía una cara de sorpresa que me terminaba por convencer de que efectivamente la había dejado boquiabierta. La leía en voz alta, sonreía y me daba un abrazo mientras yo sentía que mi labor había sido cumplida.

Nuestra tradición se mantuvo hasta que cumplí doce años, a esa edad fue cuando llegué a la conclusión de que era un poco cursi. Entonces, ese día de las madres me percaté de la diferencia en la cara de sorpresa que me había mostrado todo el tiempo, y la que proyectaba ahora mientras corroboraba con la mirada, que no llevaba conmigo una tarjeta, me limité a felicitarla con un abrazo, sonreír, y recuerdo, entregarle un pequeño obsequio.

Tiempo más tarde me puse a imaginar la pena que debió sentir al darse cuenta de que su pequeña niña estaba con pasos más próximos a la adultez que a lo que solo un año atrás había sido. Tal vez con resignación dio por terminada su colección de tarjetas del día de las madres mientras abría su regalo. Sabía que no sería para siempre.

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