Tiendo a canonizar a las personas; a simples, vulgares, nada especiales y comunes seres humanos.
Les regalo méritos, resalto las pocas virtudes que poseen, los idealizo, siempre quiero esperar y ver lo bueno que tienen para dar, aunque al final resulte ser una experiencia agridulce. Me inclino a apelar por la buena fe de la gente, a que actúen como yo lo haría, pero luego recuerdo una lección que me quedó de una situación similar: "no esperes que los demás hagan por ti lo que tú estarías dispuesto a hacer por ellos, no todos tienen tu corazón". Y es así, todos nos comportamos de manera distinta ante las circunstancias, y está bien, y es correcto, por algo somos diferentes.
¿Entonces son todas las personas viles y egoístas?, ¿no hay gente buena realmente? Me toca la tarea de responder mis propias interrogantes y considero que no existen personas totalmente buenas ni totalmente malas.
Sin embargo, es inevitable sentirme cada vez más ingenua y tonta al darme cuenta de que mis santos no eran tan santos después de todo, de que mis modelos no eran tan íntegros, de que la fe que deposité en alguien fue en vano. Y tampoco soy buena, tampoco yo soy una santa, pero si algo siempre me ha caracterizado y de lo cual me siento inmensamente orgullosa es que soy muy clara respecto a mis sentimientos, no finjo un te quiero, no finjo un me caes mal, si amo amo, si odio odio.
No quiero ser el tipo de persona que anda por la vida arisca, desconfiada de cada cual se le cruza en el camino, pero vaya que entiendo a quiénes son así. Tal vez después de muchas caídas de santos y altares decidieron protegerse y ser más cautelosos. Por el momento mi solución no ha sido esa, sino más bien, aprender a detectar esos falsos inmaculados y llevarlos al plano terrenal, donde no serán más que buenos conocidos, humanos al final de todo, con sus defectos antepuestos a las virtudes.
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