Me he dado cuenta que muchas de las obras tocan temáticas similares, pero, citando algo que dijo el fotógrafo Sebastião Salgado: "Si pones a muchos fotógrafos en un mismo lugar cada uno tomará fotografías muy diferentes. Porque necesariamente vienen de diversos lugares. Cada uno crea su visión de acuerdo a su historia." Lo mismo sucede con los escritores, como todo arte, aunque se abarque el mismo tema, cada artista va a reflejar -a través de él- lo que habita dentro de su alma.
En las reseñas expreso mi opinión sobre los libros, sin embargo, en estas entradas voy a comparar las intenciones de los autores, y con suerte, pueda lograr combinar algunos de los temas tratados por ellos. Iniciando, tengo la siguiente:
BARTLEBY EL ESCRIBIENTE VS EL CAPOTE
Título de la obra: BATERBLY EL ESCRIBIENTE
Autor: HERMAN MELVILLE
País: EE.UU.
Género: Cuento/Literatura contemporánea
Año de publicación: 1853
Resumen (SPOILER ALERT)
Narra la historia de Bartleby, el escribiente, contada a través de un abogado de nombre desconocido que tiene su oficina en Wall Street (Nueva York) y que, según sus propias palabras, «en la tranquilidad de un cómodo retiro, trabaja cómodamente con los títulos de propiedad de los hombres ricos, con hipotecas y obligaciones»... el narrador pone un anuncio para contratar un nuevo empleado. Bartleby se presenta y es contratado de inmediato. Su figura es descrita como «pálidamente pulcra, lamentablemente respetable, incurablemente solitaria».
El narrador asigna a Bartleby un lugar junto a la ventana. Al principio, Bartleby se muestra como un empleado ejemplar. Sin embargo, cuando el narrador le pide que examine con él un documento, Bartleby contesta: «Preferiría no hacerlo» (I would prefer not to, en el original) y no lleva a cabo la solicitud. A partir de entonces, a cada nuevo requerimiento de su patrón, contesta únicamente esta frase, aunque continúa trabajando en sus tareas habituales con la misma eficiencia. El narrador descubre que Bartleby no abandona nunca la oficina y que parece que se ha quedado a vivir allí. Al día siguiente, le hace algunas preguntas, pero Bartleby responde siempre con la misma frase. Poco después, Bartleby decide no escribir más, por lo que es despedido. Pero se niega a irse de la oficina.
Incapaz de expulsarlo por la fuerza, el narrador decide trasladar sus oficinas. Bartleby permanece en el lugar, y los nuevos inquilinos se quejan al narrador de su presencia. El narrador intenta convencerlo de que se vaya, pero no lo consigue. Bartleby es finalmente detenido por vagabundo y encerrado en la cárcel. Allí, poco después de la última visita que le hace el narrador, se deja morir de hambre. En un breve epílogo, el narrador comenta que el extraño comportamiento de Bartleby puede deberse a su antiguo trabajo en la oficina de cartas muertas (las no reclamadas), en Washington D. C
Fuente: wikipedia.
Mi opinión en quelibroleo.com
Sinceramente no sé bien qué expresar, quedé pasmada. Mientras leía intercalaban la ira, la impaciencia, la compasión, la melancolía, la tristeza... de verdad no sé que decir, no tengo una opinión concreta sobre la historia, sin embargo cabe halagar la buena narración de Melville, magistral, corta y precisa.
Y según el "rumor" del final, pienso que justamente ese trabajo fue lo que convirtió a Bartleby en ese fantasma taciturno que reflexionaba por largos ratos observando las paredes. Una obra que deja un gran amargo y una tarea de reflexión.
Extraordinario.
Título de la obra: EL CAPOTE
Autor: NIKOLÁI GÓGOL
País: Rusia
Género: Cuento/Literatura contemporánea
Año de publicación: 1842
Resumen (SPOILER ALERT)
El narrador cuenta la historia de un insignificante y oscuro funcionario, Akaki Akakievich, cuya anodina existencia consiste en copiar constantemente todos los documentos que le proporcionan sus superiores, la gente importante, en una oficina de la administración pública. Ante la oferta de subir un escalafón y ampliar sus actividades prefiere seguir como hasta el momento, cumpliendo su rutina, que por otra parte es lo único que sabe y le gusta hacer.
Repite diariamente los mismos ritos, inasequible al desaliento, ignorando las burlas de sus compañeros de oficina y al desprecio de sus superiores. Pero un día la gota rebasa el vaso y se da cuenta que ha de cambiar de capote, se acerca el invierno y en Rusia no es una broma ir sin un buen abrigo. Su capote ya no da más de sí; pero tampoco su bolsillo, a pesar de que tiene algún dinero ahorrado con grandes esfuerzos, resulta suficiente para pagar al sastre.
El capote lo encarga como los mejores, como los que llevan sus jefes en la oficina, eligiendo un buen paño y confeccionándolo a la manera de los que ve llevar a aquellos que ocupan un escalafón superior. Le parece ascender de posición al llevarlo; Akaki se siente muy feliz, como si se hubiera convertido en otra persona al vestirlo; pero no sólo por dejar de pasar frío e ir bien abrigado en las gélidas mañanas petersburguesas, sino porque llevar el capote nuevo y a la moda burguesa supone un progreso, un aparente nuevo escalón de nivel de vida, aunque al llegar a casa haya tenido que acostarse sin cenar y hacer muchos sacrificios para poder pagarlo. Incluso, con su nueva vestimenta es invitado a una pequeña fiesta junto a sus compañeros de oficina, para celebrarlo, y aunque él preferiría no ir, se ve impelido por la nueva posición que parece haber adquirido de pronto. Sin embargo, la felicidad dura poco y la vida de los pobres es corta. La desgracia siempre se ceba en ellos y así le ocurre a nuestro pobre funcionario.
En la parte final del cuento Gogol se manifiesta en su aspecto más imaginativo, y la fantasía se abre paso, entrando ya en lo legendario, como en sus mejores cuentos, Las veladas en un caserío de Didanka, donde fantasmas, aparecidos, demonios y duendes hacen un desfile por sus páginas. En este caso, el propio Akaki se convierte en aparecido, que aterroriza a todos aquellos que disfrutan de sus capotes y sobre todo, al «personaje importante» que le ha negado su ayuda y le ha despreciado públicamente.
Fuente: elplacerdelalectura.com
Mi opinión en quelibroleo.com
Nada que agregar a las acertadas críticas previas, en lo personal el protagonista me pareció una persona marginada y en ciertas ocasiones insignificante, muy melancólico. El final pudo ser mejor, siento que no va muy de acorde con el principio. Pero en general es una buena lectura con cierto toque infantil sin dejar atrás su mensaje complejo.
ANÁLISIS (SPOILER ALERT)
Con ambas premisas es evidente darnos cuenta que los autores nos presentaron dos personajes principales muy desgraciados. De hecho, con trabajos iguales de miserables y aburridos.
Gógol, nos expuso un protagonista marginado, maltratado por sus compañeros y superiores que de alguna manera decide darse por vez primera, el lujo de comprar algo que sentía merecer, y de paso dejar de ser un cero a la izquierda, pues entendía que su nueva adquisición lo pondría al nivel de sus superiores.
En el trasfondo de la historia podemos ver cómo un efecto material tan simple (por más pulcramente confeccionado que esté), como lo es un abrigo, hace que todos de inmediato le presten atención a este -hasta ese instante- insignificante bicho raro. Posteriormente, Akaki pierde su abrigo, y es allí cuando cae en una espiral, en un abismo de sucesiones desdichadas y funestas, donde luego, quienes con falso afecto lo adentraron en su círculo, lo desechan como el excluido que siempre fue.
Uno se pregunta; ¿sucede esto en la vida?, por supuesto, hay un dicho muy cierto que el que nada tiene, nada vale, y Gógol nos ilustró precisamente eso.
Por su parte, Melville nos presentó a Bartleby, un personaje aún más triste e introducido de una manera aún más melancólica. Bartleby me rompió el corazón. Me explico...este personaje desde el principio de la historia nos despierta una curiosidad incontrolable. Queremos saber -al igual que el narrador- por qué actuaba de ese manera. Frustración, ansiedad, impotencia, pena, rabia, lástima... todo ese conglomerado de emociones nos despierta Bartleby a lo largo de la historia, pero al final, dado el rumor que había sobre él, podemos entender, tal vez un poco, la razón de su ser tan taciturno y ensimismado. Cito:
"Bartleby había sido un empleado subalterno en la Oficina de Cartas Muertas de Washington, del que fue bruscamente despedido por un cambio en la administración. Cuando pienso en este rumor; apenas puedo expresar la emoción que me embargó. ¡Cartas muertas!, ¿no se parece a hombres muertos? Conciban un hombre por naturaleza y por desdicha propenso a una pálida desesperanza. ¿Qué ejercicio puede aumentar esa desesperanza como el de manejar continuamente esas cartas muertas y clasificarlas para las llamadas? Pues a carradas las queman todos los años. A veces, el pálido funcionario saca de los dobleces del papel un anillo -el dedo al que iba destinado, tal vez ya se corrompe en la tumba-; un billete de banco remitido en urgente caridad a quien ya no come, ni puede ya sentir hambre; perdón para quienes murieron desesperados; esperanzas para quienes murieron sin esperanzas, buenas noticias para quienes murieron sofocados por insoportables calamidades. Con mensajes de vida, estas cartas se apresuraban hacia la muerte."
Al final, nuestro entrañable Escribiente acaba con su desesperanzada vida y se nos queda un sinsabor sobre lo que pudo haber sido y no fue, sobre lo incomprendida que puede llegar a ser una persona.
No estoy segura si fue gracias a Gógol, pero posteriormente surgió una pequeña tendencia a crear personajes de esta índole, donde los autores desahogaban su más lúgubre imaginación. Donde no había límites para narrar que tan desdichada puede llegar a ser una persona. Kafka, Merville, Tolstoi, Süskind y algunos otros autores nos han entregado destacadas obras con temática similar. Cada una con un sentido de la humanidad y la desdicha exquisitamente representada en sus personajes y situaciones. Más adelante hablaré de ellas.
En conclusión, me confieso seguidora de este tipo de historias; me parecen más realistas, inolvidables, sensibles e interesantes que aquellas con complejos de cuento de hadas. Es en esta clase de historias donde se reflejan claramente los miedos, vacíos, y sentimientos más profundos de sus autores. Lo cual considero, sencillamente, hermoso.
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